Comentario
A diferencia de Irlanda del Norte, la acción de ETA se desarrolla en una región libre de conflictos intracomunitarios de orden religioso. El nacimiento de ETA, en julio de 1959, representó la reacción de un sector juvenil del PNV a la política represiva del régimen de Franco, pero también a la aceleración del proceso modernizador que ponía en peligro la identidad de la propia comunidad vasca. En un principio, ETA se definió como un movimiento de liberación nacional que dirigía la lucha antiimperialista contra un Estado español que explotaba y ocupaba el País Vasco como si fuera una colonia. Los activistas etarras de primera hora se autorrepresentaban como vanguardia de una revolución que aunaba la lucha nacional y de clases. Si bien en 1959-60 la acción de ETA se limitó a la propaganda callejera, a partir de 1962 fue situando la lucha armada en el eje central de sus teorizaciones. A imagen de otros movimientos de liberación nacional en países del Tercer Mundo, ETA se estructuró en frentes o ramas que incluían una sección militar, y elaboró en 1964 un ambicioso pero inviable plan guerrillero que debería conducir a la independencia del País Vasco. La IV Asamblea de ETA (1965) adoptó una nueva teoría subversiva: la espiral de acción-represión-consciencia-acción (ARCA), según la cual la represión gubernamental aumentaría el número de víctimas inocentes, provocaría un mayor grado de solidaridad entre la población y los revolucionarios, y desembocaría en una escalada violenta cuyo final sería la insurrección armada y la revolución general. El principio del uso de la violencia terrorista diferenció a ETA de otros movimientos de oposición antifranquista. La V Asamblea, convocada entre fines de 1966 e inicios de 1967, excluyó a los marxistas y españolistas hostiles a la lucha armada y confirmó la articulación de ETA en cuatro frentes (militar, cultural, político y económico) subordinados a un proyecto más amplio de frente de liberación nacional vasco con voluntad interclasista. Desde esa fecha, el brazo militar fue adquiriendo la estructura interna y la organización logística imprescindibles para iniciar su primera gran campaña terrorista contra instituciones y emblemas franquistas de alto valor simbólico: sindicatos, repetidores de televisión, periódicos, etcétera. La muerte, el 2 de agosto de 1968, de Melitón Manzanas, el odiado jefe de la policía de San Sebastián, representó el punto de no retorno de la violencia etarra. El recrudecimiento de la represión policial, con su secuela de torturas y procesos sumarios, acrecentó el apoyo popular a ETA, que a fines de los años sesenta sufrió los primeros embates de una controversia interna que dividiría la organización en los años siguientes: ante la evidencia de que el movimiento obrero no secundaba su estrategia subversiva, un sector de ETA -la VI Asamblea- comprendió que las posibilidades de una revolución armada de masas y una victoria militar eran pura ilusión, y que el concepto de guerra nacional de liberación no era el más apropiado a la situación vasca. Este sector, partidario de un acercamiento al movimiento obrero para lanzar la lucha de clases en el contexto español, se fue separando de los patriotas nacionalistas a ultranza (ETA V), que defendían las tesis de la primacía de la acción militar, y abandonó las armas en 1971, disolviéndose al año siguiente.Tras un año de tregua, la violencia reapareció en el verano de 1970 con atracos, robos y secuestros. Para ese entonces, ETA se había convertido en la referencia fundamental de la lucha contra la opresión franquista dentro y fuera del País Vasco. El Proceso de Burgos y el rapto del cónsul alemán en San Sebastián a fines de 1970 otorgaron al movimiento notoriedad internacional. Pero en octubre de 1972, la tensión renació entre los frentes obrero y militar. Eduardo Moreno Bergareche, "Pertur", trató de conciliar ambas posturas proponiendo la subordinación del aparato militar a las decisiones de la dirección política. Sin embargo, esta salida hacia la acción política sustanciada en la constitución de un partido "abertzale" de vanguardia y un frente obrero iba a ser rechazada por el sector más militante de ETA. La ruptura estratégica se consumó en 1974. Los polis-milis, de ideología marxista-leninista, deseaban dar prioridad a la acción legal política sobre las masas trabajadoras, sin abandonar la violencia como elemento subsidiario de su labor reivindicativa. Los milis, nacionalistas y partidarios de la acción ilegal, insistían en la autonomía política de la lucha armada. Tras una serie de conflictos, los milis salieron triunfantes, haciendo prevalecer su ideario nacionalista revolucionario sin abandonar el principio de lucha de clases.Tras el sangriento atentado en la calle de Correo, de Madrid (13 de septiembre de 1974), ETA(p-m) fue virtualmente desmantelada por la policía. Persuadidos de la imposibilidad de derrotar militarmente a la dictadura, los polis-milis archivaron definitivamente el argumento tercermundista de la guerra de guerrillas y comenzaron a utilizar la violencia de sus comandos "especiales" ("bereziak") como palanca de negociación política con el Gobierno de Madrid. El secuestre de Angel Berazadi y su ulterior asesinato, e 8 de abril de 1976, endurecieron las relaciones entre los políticos y los "berezis" en el seno de ETA(p-m). "Pertur" fue asesinado en misteriosas circunstancias el 20 de julio de 1976, y un mes después, ETA(p-m) VI Asamblea resolvió aceptar sus tesis sobre la disociación de la acción militar y la acción política y la creación de un partido de los trabajadores vascos que asegurase la dirección de las luchas y controlase el brazo armado. Los "berezis" acabaron organizando su propio grupo terrorista -los Comandos Autónomos Anticapitalistas- o se pasaron a ETA(m). Durante los años siguientes, ETA(p-m) seguiría simultaneando la acción política con la lucha armada. Tras el golpe de Estado del 23-F, ETA(p-m) aceleró su desmilitarización, propuso un alto el fuego al Gobierno y a fines de año renunció formalmente a la lucha armada, autodisolviéndose el 30 de septiembre de 1981.Como ha sucedido en todas sus escisiones, el sector minoritario de ETA partidario de la priorización de la lucha armada ha terminado por erigirse en actor central de la escena independentista. El paso a un régimen democrático de participación política plena, con una Constitución votada positivamente en el País Vasco a pesar de la alta tasa de abstención, y un régimen de autogobierno aceptado en octubre de 1979 por la mayoría del cuerpo electoral, no indujo a ETA(m) a variar sustancialmente su estrategia política y militar. El razonamiento básico de los "milis" es que, a pesar de la evolución de España hacia un modelo de democracia burguesa, los poderes fácticos siguen manteniendo el control real del Estado. Esta tesis "continuista" sirvió para reforzar la voluntad de lucha de los "milis" y sus seguidores, a pesar de las concesiones políticas sustanciales contempladas en el Estatuto de Guernica y los efectos perversos que la espiral de violencia "etarra" podía provocar, tal como mostró la intentona involucionista de febrero de 1981. Ese mismo año, ETA(m) puso a punto su propio frente político, el Herriko Alderdi Socialista Iraultzaila (Partido Socialista Revolucionario del Pueblo), hegemónico dentro de Herri Batasuna (Unidad Popular), coalición de pequeños partidos revolucionarios e independentistas creada el 28 de abril de 1978, cuya actividad política se subordina a las decisiones del aparato militar de la organización. La campaña terrorista aumentó de intensidad y alcanzó cobertura nacional en los primeros años de la transición, hasta alcanzar su punto culminante en 1978-80. Pero a esas alturas, ETA(m) ya no buscaba una victoria militar, sino una desestabilización del poder estatal que permitiera aplicar una estrategia negociadora en dos etapas: la primera consistiría en obligar al Gobierno a hacer concesiones políticas sustantivas que se pueden resumir en los puntos de la Alternativa KAS: amnistía general para los prisioneros de ETA y retorno de los exiliados; legalización incondicional de todos los partidos políticos independentistas; salida del País Vasco de todas las fuerzas militares y policiales del Estado; mejora de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera vasca y promulgación de un auténtico Estatuto de Autonomía que reconozca el derecho de autodeterminación y prevea la inclusión de Navarra en un País Vasco independiente a corto plazo. Una vez logrado un amplio autogobierno para Euskadi, en la segunda etapa ETA(m) no renunciaría a la lucha armada, sino que preveía la utilización de la violencia contra la burguesía vasca en el poder, hasta lograr su aspiración de constituir un régimen popular de corte socialista.Desde 1984 se evidenciaron nuevos conatos de división entre la "línea dura" de ETA(m) partidaria de una salida negociada, representada por Francisco Múgica Garmendia, "Paquito", y los "blandos" que tenían como portavoz a Domingo Iturbe Abasolo, "Txomin" (muerto en extrañas circunstancias en Argel el 25 de febrero de 1987), favorables a un alto el fuego incondicionado y a las negociaciones directas y discretas con el Gobierno de Madrid. A inicios de los ochenta, ETA(m) comenzó a debilitarse por varios factores: el lento reflujo del apoyo popular, para quien ETA ya no representaba un escudo contra la represión franquista ni una garantía para mantener una baza negociadora de fuerza ante el Gobierno central, sino un elemento perturbador para la normalización política, económica y social del territorio. En segundo lugar, la mayor eficacia policial, entorpecida más que favorecida por las acciones de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). En tercer lugar, el cambio de actitud de los Gobiernos franceses que, a partir de 1983, comenzaron a cuestionar seriamente las motivaciones política de las actividades de ETA e impulsaron una política de mayor colaboración en materia ,antiterrorista, ejemplificada en la detención del colectivo "Artapalo" en Bidart el 29 de marzo de 1992. Otros factores hicieron en su momento decrecer la capacidad de coerción violenta de ETA: el lento declive electoral de HB desde inicios de los noventa, la dispersión de los presos etarras, la implicación de la Ertzantza-policía autónoma vasca- en la lucha antiterrorista y la coordinación de la lucha política a través de los Pactos de Ajuria Enea de enero de 1988 y su homónimo de Madrid. En paralelo al conflicto de Euskadi Sur, en el Laburdi (País Vasco francés) ha aparecido desde 1973 un peculiar grupo terrorista de carácter separatista inspirado por el éxito de ETA: Iparretarrak (los del Norte), que aún hoy mantiene un cierto activismo violento. Además del terrorismo vasco, el Estado galo se ha enfrentado a dos desafíos nacionalistas violentos: en Bretaña actúa desde 1968 el Front de Libération de la Bretagne/Armée Républicaine Bretonne (FLBARB), y en Córcega el FLNC, surgido en enero de 1976 de la unión de dos movimientos clandestinos: Ghuistizia Paolina y Fronte Paesanu Corsu di Liberazione. Otras acciones violentas de tono independentista han tenido lugar en el Alto Adigio anexionado por Italia en 1919, donde la minoría surtirolesa de habla alemana ha apoyado la constitución de grupos irredentistas nacional-alemanes, implicados en las oleadas de atentados de 1959-61 y 1964-67.En territorio español, el modelo etarra ha inspirado a otras organizaciones separatistas, como el Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), creado en Argel por el abogado Antonio Cubillo en 1964 y que dirigió una campaña de atentados en Canarias de 1977 a 1979; el grupo catalán Terra Lliure, fundado en 1979 y que ha colaborado ocasionalmente con ETA, y el Ejército Guerrilleiro do Pobo Galego Ceibe, que inició sus actividades en febrero de 1987 para ser desarticulado poco después.